Declaración de artista

La luz como protagonista
Pintar para mí es sumergirme en un espacio donde el tiempo desaparece y el mundo se concentra en luz, color y recuerdos. La luz es a la vez mi compañera y mi protagonista, es lo que modela y da vida a cada forma.

Pintar como experiencia emocional
Cuando trabajo, siento cómo la pintura me permite explorar y dar forma a mis recuerdos, inquietudes y vivencias. Mis sensaciones se traducen a materia. Me mueve la posibilidad de crear atmósferas que no solo se ven, sino que también se sienten, invitando al espectador a sumergirse en la obra.

Diálogo con la tradición
Mis referencias a tradiciones pictóricas europeas —el dramatismo del Barroco, la tensión expresiva del Manierismo, la fuerza emocional de los grandes maestros— son un puente hacia mis propias sensaciones. No copio: dialogo con ellas, reinterpretando su lenguaje en clave contemporánea.

Materiales y memoria
Trabajo con materiales diversos —óleo, acrílico, tintas, pasteles, rotuladores, ceras— y muchas veces sobre lienzos o tablas que han tenido otra vida. La práctica de reutilizar me conecta con las historias previas de los objetos, agregando capas invisibles de memoria a cada pieza.

Intimidad y conexión
Pintar es un acto de intimidad y descubrimiento. Cada obra es un espacio donde mis sentimientos y reflexiones sobre el mundo que nos rodea o sobre mí encuentran su expresión. Al mismo tiempo, cada una de mis obras es un intento de conexión con quien las contempla, un puente hacia la experiencia del otro.

El poder transformador del arte
Creo firmemente que el arte tiene la capacidad de fomentar el diálogo entre culturas y generaciones. Cada obra es una oportunidad de acercase a quien la mira. Cada pintura es una ocasión de conectar, reflexionar y, quizá, de contribuir a hacer de este mundo un lugar mejor.

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